HERNÁN DIOMEDES ORTEGA ARELLANO
Su nombre era Hernán Diomedes Ortega Arellano quien nació en Santa Lucia en 1912 y recibió sus primeros años de estudio en un colegio en el municipio de Pupiales, tuvo la suerte de tener a su padre y a su madre muchos años a su lado, hasta que falleció Doña Pompilia Arellano y después de algún tiempo Don Efraín Ortega Bastidas dejando en vida nueve hijos, y de ellos, Don Hernán fue el último descendiente.
Sus dos padres eran de Ipiales, y su abuelo, el coronel Rafael Arellano, muy conocido en la política del Ecuador, era un liberal extremista y fue uno de los próceres de la independencia de este país.
Luego, Don Hernán pasó al Ecuador, donde contrajo matrimonio con Doña Zoila Mantilla en 1951, teniendo aproximadamente 40 años de edad, pareja de la cual nacieron cinco hijos, todos en Tulcán: Jairo, Alba Lucia, Carmen, Hernán y Nubia, quienes fueron educados en universidades de Quito; Actualmente todos tienen su familia muy bien conformada.
Él, como su abuelo, del cual se sentía extremadamente orgulloso, fue un gran liberal, por lo cual lo amenazaron varias veces debido al conflicto que vivía Colombia en aquella época. La más grave fue cuando mucho antes de contraer matrimonio fue amenazado de muerte y como era muy amigo de las hermanas franciscanas en la ciudad de Pasto, le avisaron que iba a ser asesinado y después de esconderlo esa noche en el convento, a la madrugada escapó a Ecuador donde conoció a Doña Zoila Mantilla y con ella conformó un hogar muy estable. Una vez estando en el Ecuador sufrió una intoxicación que por poco acaba con su vida. Sin embargo fue trasladado a una excelente clínica en Quito donde los médicos le salvaron la vida; aparte de ello, toda su vida tuvo que cuidarse del consumo de azúcar debido a que sufría de diabetes, sin embargo y a pesar de lo anterior, siempre tuvo una salud admirable aun con una longeva edad.
También comenta Doña Zoila, que era un hombre muy dedicado a su hogar y a sus hijos, muy trabajador, excelente amigo y muy generoso.
Fue alcalde del municipio de Pupiales, nombrado por el partido liberal en el gobierno de Laureano Gómez, que para su desgracia era de corriente conservadora, por lo cual tuvo muchas problemáticas en el ejercicio de su alcaldía. Sin embargo hizo muchas obras durante este periodo, entre las que se destacan: la donación del mercado de animales de Pupiales, el cual lleva su nombre, además de la donación de la cantera en la provincia del Carchi, la que aún está en explotación. Así mismo, existe una calle en Tulcán que lleva su nombre en memoria de las obras que hizo en aquél lugar.
Aparte de la política, se dedicó toda su vida a la ganadería y a la agricultura, especialmente a la siembra de papa y demás productos que se cultivaban en el lugar; tenía muchas propiedades en las que explotaba su tierra y mantenía a su ganado, el cual era de excelente calidad, por lo que siempre era contratado por empresas de lácteos para la compra de aquellos productos.
Por todo esto, mantuvo siempre a su familia económicamente estable y de una manera completamente legal, pues cuenta Doña Zoila que a pesar de ser una familia muy bien acomodada, Don Hernán siempre aborreció la ilegalidad, era un hombre muy recto y por ello prefería trabajar el dinero que obtenerlo fácilmente en negocios turbios.
Luego de permanecer en Ecuador varios años, se trasladó a Pasto con toda su familia, donde fijó su residencia, en primera instancia anticrezando una casa en la Avenida de los Estudiantes, para después de algunos años comprar el lote donde se edificó la casa que hasta ahora habita Doña Zoila Mantilla y algunos de sus hijos y nietos; esta casa fue construida con planos traídos desde el Ecuador de un arquitecto muy reconocido en el lugar. La familia lleva viviendo en esta casa 35 años aproximadamente, pero en Colombia llevan viviendo 50 años.
Le gustaba viajar mucho, pues era partidario de gozar el dinero en cosas que valieran la pena, y entre las que más le gustaban era recorrer el mundo junto a su esposa, por lo que conoció muchos lugares en el extranjero. Toda la vida mantuvieron carros, a veces dos, pero normalmente solo un campero, que les servía para trasladarse a las propiedades que quedaban relativamente lejos.
Después de ejercer su alcaldía, se retiró de la política, para dedicarse por completo a su familia, ya que en aquella época inició toda la violencia en Colombia por lo cual sufrieron mucho, viajaban frecuentemente a Ecuador porque allá vivía la familia de Doña Zoila y una de sus hijas que contrajo matrimonio en este país.
En esta época hubo mucha violencia, mucho secuestro por lo cual les daba temor, y se vieron obligados a viajar a Ibarra y permanecer en este lugar durante dos años, en los cuales venían con frecuencia a visitar a la familia hasta que se estabilizó la situación y volvió a Pasto. Algunos años más adelante, al evidenciar que mucha de la leche producida en Pasto y los municipios a su alrededor era desperdiciada y tenían que regalarla, debido a los problemas de carreteras y de la baja economía de esta ciudad, decidió junto con los hermanos Chamorro y Rafael Villareal crear la primera empresa de lácteos en Pasto que aún sigue en función, pero con otro nombre.
El golpe más duro de su vida, según su esposa, fue cuando tuvo que vivir la muerte de su hijo menor: “Jairito”, hecho que golpeó fuertemente a la familia debido a las circunstancias en que murió, dejando a su esposa y dos hijos de muy corta edad. Aparte de ello, narra Doña Zoila que esta muerte fue algo muy catastrófico, ya que como su padre, Jairo era un gallero muy reconocido y al venir del lugar donde jugaba, con algunos tragos en la cabeza, fue asesinado por un soldado en la carretera que conduce a Catambuco, supuestamente por error. Sin embargo, este soldado está pagando una larga pena en la cárcel por cometer un crimen de tal magnitud, aunque es evidente que el espacio que dejó en la familia, por más años que permanezca en la cárcel, nunca lo podrá llenar de nuevo, y más aun sabiendo que uno de los hijos de Jairo había nacido tan solo tres meses atrás, y la hija tenía unos 5 años, por lo que es un hecho bastante doloroso.
Por otra parte, a Don Hernán le gustaban mucho las fiestas familiares, por lo que las organizaba muy frecuentemente, así como también tenía la costumbre de matar un cerdo cada 4 de enero en la finca y disfrutar junto a su familia una gran fiesta a la que asistían gran cantidad de campesinos del lugar.
Sus dos aficiones más grandes fueron: Los gallos, juego en el que tenía mucha suerte, pues contaba con uno de los mejores criaderos de todo Nariño; y las cabalgatas, teniendo también en su poder varios de los mejores caballos de la región.
En el 2001 cumplió las bodas de oro con Doña Zoila Mantilla, las cuales, según afirma muy tiernamente ella misma: “Son 50 años de mi máxima felicidad”. Estas bodas se celebraron en una de sus fincas, en el municipio de Chachaguí, la cual aún sirve como lugar de veraneo de la familia.
Una de sus anécdotas más recordadas es cuando su hija mayor estrelló uno de sus carros contra la puerta del garaje; cuenta la historia que ella con sus amigas decidió sacar la camioneta recién comprada a dar una vuelta mientras Don Hernán estaba en una de sus fincas, cuando ya estaba llegando a la casa, alcanzó a ver que venía ya muy cerca su padre en la otra camioneta y por los nervios causados que no fuera vista, en vez de frenar frente a la casa, aceleró y tumbó completamente la puerta del garaje; inmediatamente llegó la policía y se iba a llevar detenida a su hija. Sin embargo llegó precisamente en ese instante Don Hernán y ya cuando Nubia le había explicado lo ocurrido, impidió que la llevasen detenida.
Cuentan sus hijos que era muy exigente, por lo que le tenían mucho respeto. Sin embargo también les daba muchos gustos, entonces, por ejemplo, a la hija mayor, la recogía con sus amigas y las iba a dejar a las fiestas, lo cual en aquella época no era muy común de ver, pues también cuentan que era muy celoso, es decir, cuidaba muy bien a sus hijas y debía ver con quien estaban saliendo para aprobarlo.
Otra de las historias que le costaba creer a Don Hernán, en la que tenía que ver “El capi” (mi padre)”quien realmente fue alguien…como lo dice su propia madre: “difícil de educar”, entonces en esta graciosa historia, me cuenta Doña Zoila que mi padre estaba aún en el colegio cuando uno de sus compañeros lo molestaba mucho por su característica más sobresaliente: su baja estatura, entonces , cansado de ello, llegó a la casa y sin que Don Hernán supiese lo que iba a ocurrir, sacó de su escondite el revolver con el que mi abuelo se defendía de los delincuentes que asechaban sus propiedades muy a menudo, y lo llevó al colegio mientras Don Hernán almorzaba.
Al llegar, alcanzó a ver cruzando el patio del colegio al “pájaro” que era quien lo molestaba tanto, entonces desenfundó el arma y sin importar cuantos ni quienes lo estuviesen viendo, disparó hacia el piso, haciendo que todo el escudo que durante años había estado en el centro de este majestuoso patio, se rompiera en mil pedazos, y con él, también acaben por completo los molestos comentarios del dichoso “pájaro”.
Después de mucho rogar, Don Hernán logró que lo aceptasen de nuevo en el colegio a su hijo; esfuerzo que no tardó en echar a perder, cuando en una protesta de la universidad de Nariño, lanzó una masetera desde un tercer piso, desmayando por completo a un policía de antimotines; hecho que reiteró la necesaria expulsión de este colegio.
Estas historias, comprueban que a pesar de haber sido un padre muy exigente, le ocurrieron cosas con sus hijos, que graciosamente las recuerda Doña Zoila hoy en día, pero que en su momento fueron hechos lamentables y vergonzosos.
Otra de sus anécdotas que contaba frecuentemente en las fiestas familiares, es en la que en una finca que tenía en Ecuador supuestamente había un alma en pena que rondaba el lugar.
La historia cuenta que mi abuelo tenía una cuidadora que muy temprano en las mañanas debía ordeñar las vacas y llevar la leche a la casa que quedaba a unos 300 metros de donde estaba el ganado. Entonces, después de haber escuchado muchos ruidos extraños, de haber visto que las luces aparecían prendidas, aun cuando había acabado de apagar toda la casa, y después de escuchar la historia de la muerte de un sacerdote en aquella finca, comprobó la existencia del alma en pena de dicho cura, cuando la cuidadora empezó a decirle que veía todas las mañanas que este sacerdote la seguía, y obviamente Don Hernán jamás le hizo caso, hasta que una vez, la cuidadora le pidió que la acompañe a hacer sus tareas diarias para que lo compruebe con sus propios ojos, y así lo hizo; cuando llegó al lugar, ella le decía que lo estaba viendo y mi abuelo realmente no veía nada, por lo que la despidió pensando que era una broma de mal gusto y al poco tiempo, los campesinos del lugar le informaron que la muerte de este sacerdote era completamente cierta y que contaban “por ahí” que en esta finca había una “guaca” con muchos objetos de oro, que al parecer iba a ser otorgada a la cuidadora, y que por esta razón el sacerdote la seguía con el fin de que la encontrara.
Don Hernán Ortega tiene infinidad de historias tan interesantes como ésta, que comprueban una vez más, que su vida fue muy controvertida y con muchas vivencias que quedan de legado a toda la familia.
A los 92 años falleció por causas naturales, ya que en los últimos días de su vida sufrió un poco del corazón y tras un paro cardiaco murió, y junto con él se fueron cientos de recuerdos que contarlos uno a uno sería obra merecedora de grandes premios, pues nos deja un ejemplo a seguir de una persona con cualidades tan admirables.

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